16 de marzo de 2009

Nuestra primera vez


Tenía miedo. Podía intentar fingir lo contrario, decirte que todo estaba bien, jurarte que no me iría, pero en realidad me moría de miedo. No sabía cuanto tiempo aguantaría ahí, haciendo como que nada pasaba, intentando esquivar el tema como si jamás hubiera pasado nada. Y sin embargo, antes de darme cuenta, el tema había salido a flote.

Yo me quejaba del viernes, ese día en el que había abierto la boca de más. Parecía tan lejano, y sin embargo no habían pasado más dedos días. Tú decías que te hubiera gustado ser más inteligente y entonces, a pesar de mis esfuerzos, me ganó la curiosidad y te pregunte por qué.

Y una cosa llevo a la otra y el tema, que tanto intentaba evitar, salió a flote. Tú querías hablar, querías dejar todo claro, yo sólo deseaba salir corriendo. Hubiera deseado ser lo suficientemente fuerte para alejarme de la computadora por unos días, semanas; pero no podía. Ahora me pedías analizar las cosas. No sé como, cedí. Yo nunca cedo, pero contigo no pude poner resistencia. Supongo que en el fondo quería saber que sucedería.

Entonces las cosas fueron dando un giro hasta que de pronto hablábamos de sueños entre nosotras, de fantasías que habíamos tenido. El deseo de acariciar nuestros cuerpos, de besarnos, de sentirnos, de fundirnos en una sola. Cuando menos me di cuenta te estaba leyendo con avidez, imaginando cada una de esas escenas que describías, pensando en la posibilidad de que fueran realidad. Me sentí deseada y me gustó.

Te conté mi sueño, con menores detalles por pena, por miedo a asustarte, a que te alejaras de mí. No quería perderte, no quiero hacerlo.

Esa noche me pediste que soñara contigo, y desde entonces no he dejado de hacerlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me agrada su blog, es interesante.