Te deseo.
Como nunca antes desee a nadie, te deseo.
Pienso en tu piel suave, delicada, tersa, resplandeciendo a la luz de la luna. Tu cuerpo frágil, sensual, femenino, extendido sobre esas sábanas blancas. A pesar del frío de la noche, hay un calor infernal entre tú y yo que estamos ahí, separadas por escasos centímetros, viéndonos a los ojos.
Puedo sentir tu tensión y casi veo la indecisión que te invade. ¿Debemos dar rienda suelta a nuestros impulsos o debemos mantenernos a raya, siguiendo las reglas sociales?
Pero, ¿acaso alguna vez me interesaron esas reglas? No, al diablo, ¿qué más da? Te quiero, te deseo, anhelo cada parte de ti. Y sin pensarlo te beso con toda la pasión y la furia que llevo dentro en un intento de que formemos un solo ser, que nos unamos en una persona. Y tú correspondes a ese beso y me abrazas, me tomas, me dominas.
En menos de un segundo pones tu mano sobre mi pecho y me empujes hasta dejarme boca arriba. Estas encima, jugueteando, disfrutando tanto como yo. Tus manos se mueven libres por mi cuerpo, como si siempre lo hubieras conocido, como si supieras que te pertenecía. Ahora me haces tuya. Con tu mano deslizándose por mi pecho, por mi estómago, desnudándome.
Y la pasión me avasalla y me impulsa. Giramos, me pongo sobre ti y busco con impaciencia ese lugar que te haga llegar al éxtasis total. Te oigo gemir, respirar apresuradamente, mientras tu pecho sube y baja con rapidez.
Eres mía, lo siento, porque ahora somos una, porque estamos unidas. Nuestros cuerpos abrazados se fusionan.
Y te sigo deseando, cada vez más.
Como nunca antes desee a nadie, te deseo.
Pienso en tu piel suave, delicada, tersa, resplandeciendo a la luz de la luna. Tu cuerpo frágil, sensual, femenino, extendido sobre esas sábanas blancas. A pesar del frío de la noche, hay un calor infernal entre tú y yo que estamos ahí, separadas por escasos centímetros, viéndonos a los ojos.
Puedo sentir tu tensión y casi veo la indecisión que te invade. ¿Debemos dar rienda suelta a nuestros impulsos o debemos mantenernos a raya, siguiendo las reglas sociales?
Pero, ¿acaso alguna vez me interesaron esas reglas? No, al diablo, ¿qué más da? Te quiero, te deseo, anhelo cada parte de ti. Y sin pensarlo te beso con toda la pasión y la furia que llevo dentro en un intento de que formemos un solo ser, que nos unamos en una persona. Y tú correspondes a ese beso y me abrazas, me tomas, me dominas.
En menos de un segundo pones tu mano sobre mi pecho y me empujes hasta dejarme boca arriba. Estas encima, jugueteando, disfrutando tanto como yo. Tus manos se mueven libres por mi cuerpo, como si siempre lo hubieras conocido, como si supieras que te pertenecía. Ahora me haces tuya. Con tu mano deslizándose por mi pecho, por mi estómago, desnudándome.
Y la pasión me avasalla y me impulsa. Giramos, me pongo sobre ti y busco con impaciencia ese lugar que te haga llegar al éxtasis total. Te oigo gemir, respirar apresuradamente, mientras tu pecho sube y baja con rapidez.
Eres mía, lo siento, porque ahora somos una, porque estamos unidas. Nuestros cuerpos abrazados se fusionan.
Y te sigo deseando, cada vez más.
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