Sentí que te perdía. Sentí que dejabas de ser mía. No entendía que sucedía ese fin de semana. Era como si todo hubiera acabado, como si ya no hubiera más. Las dos estábamos secas, lejanas, frías. ¿Por qué? ¿Qué pasaba?
Yo no pensaba dejarte ir. Entonces lo recordé... Lo habíamos platicado hacía algunas semanas: crear un blog donde subir nuestras fantasías, esas cosas que no podíamos gritar al aire libremente ni hablar por teléfono con la tranquilidad de no ser espiadas. Esas cosas que sólo se podían transmitir por aquí.
Cuando menos me di cuenta ya tenía la página abierta y la estaba diseñando. Decidí colocarle la mejor cantidad de cosas posibles por sino te gustaba, por si decías que no. Y vino lo más difícil: ¿cuáles debían ser mis primeras palabras?
Como siempre, busqué primero una imagen que me inspirara y luego me puse a escribir: una, dos, tres cosas. No salía mucho. Aún tenía miedo, aún sentía que te irías.
Te solté la noticia de pronto con la esperanza de que la idea te gustara, de que eso nos volviera a acercar. Pero seguías triste, apartada de mí...
¿Qué fue lo que nos volvió a unir? No lo sé. Pero el blog ya estaba creado.
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