Increíble... maravillosamente increíble.
Tras todo ese miedo vino el alivio desde tus palabras aceptándome y aún queriéndome.
Sin nada más por esconder, estuve lista para quererte... para permitirme aceptar lo que me habías estado diciendo.
Soy una terca, una desconfiada y una tonta... y así me quieres.
Aún quedaban pequeños vestigios del miedo en forma de pena, tras tantos años en los que no se me permitió mostrar cariño ahora resultaba incómodo verme a mi misma diciendo ciertas cosas; quizá aún más inseguridad inexplorada, pero sabía que poco a poco llegaríamos a un punto en el que ambas pudiéramos vivir lo que sentimos.
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